miércoles, 11 de febrero de 2015

Como el espinito que en la sabana florea...

Mañana es el día. Me levantaré temprano y compraré en el mercado unas flores. Luego miraré al Avila de nuestros amores, nuestra imponente señora del Avila, la de todos. Luego bajaré lentamente la calle a la luz del recuerdo y con el sol aún despertando la ciudad llegaré a tu esquina y contemplaré el lugar con los ojos de un ayer que se me grabó como fuego ardiente en la memoria.

Luego me iré a Chacaito a poner otras flores en su lugar. Él todavía está con nosotros pero tú... Tu puedes estar donde quieras. Porque tu amor fue un estallido de conciencia y emancipación, porque la moneda que se nos da a todos al vivir la invertiste sin reservas en nuestros sueños comunes, sin saber lo que nos deparaba la noche.

Tú eres el espinito que florea, tú eres aquel a quien el viento mece y nos regala su aroma. A quien le dieron de beber la muerte en la copa de la vida. A ti, a quien arrancaron sin compasión de nuestro suelo pero no sin antes clavarte para siempre en las manos de tus verdugos quienes no pueden con tus espinas, con lo que no pueden negar.
Sueño con la mañana, porque ya conozco la noche y aunque venga la oscuridad, ya no le temo. Me acerco a la luz, las sombras no nos tocan. No hay mano, autoridad ni leyes que puedan con tu nombre ni con tu leyenda. Aquí mientras tanto seguiremos lúcidos y activos, trepidantes y tenaces porque nadie va a venir a confundirnos, a querer vendernos las piedras por pan ni los males por bendiciones. Aquí seguimos como terremotos latentes en la profundidad de la tierra mientras ellos colapsan.

A tu memoria joven, a ti que caíste y sigues cayendo mientras no haya justicia, a ti que vives y mueres cada día por las calles de mi ciudad, las calles que hoy escuchan nuestros lamentos mañana escucharán nuestros cantos de victoria. Pero yo quizás no. Quizás haré un poco de silencio y rezaré una plegaria por la paz de tu alma.

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