sábado, 17 de enero de 2015

Yo me expreso, tú te expresas.

Decidí escribir este blog con un tema que habla precisamente de expresarse. Del tema de la libertad de expresión. No pretendo ser una autoridad del tema, no soy comunicadora social ni mucho menos una periodista, pero creo que nos hace falta hablar del derecho de hablar, escribir del derecho de escribir, dibujar sobre el derecho a dibujar.
Y para no sonar repetitiva, esto no viene a colación de cómo se viola la libertad de pensamiento y expresión en Venezuela. Todo esto viene por el tristemente famoso caso de Charlie Hebdo. Un grupo de extremistas fanáticos del Islam decide matar a una gente que ofendió a su religión por dibujar al profeta Mahoma. Un islamista no debe rendir culto a ninguna figura ni imagen por lo que las referencias gráficas al profeta están totalmente prohibidas, más aún si es para burlarse de él. A simple vista parece un caso de causa-efecto, a simple vista parece que estuvieran "comprando los números para esa lotería".
Pero, ¿es la muerte el precio a pagar por la publicación de un dibujo en una revista por lo general, vulgar e irreverente "con todo Dios"?

Really Nigga?

Y como de ataques de rabia nadie está exento, nuestro bonachón Pancho, el Papa querido por todos, sin ir muy lejos, ofreció un bendito puñetazo a quienquiera que se meta con su madre. Un detallazo. Una cosa como para ponernos a pensar frente a la figura crucificada de aquel hombre que perdonó a sus verdugos porque no sabían lo que hacían.
Y recordemos que hablamos de un jesuita.

Para mí a estas alturas se me hace que la historia es como la reproducción de un disco de vinil muy querido y usado: de vez en cuando un rayón hace que salte la aguja y retroceda dos canciones atrás. En este caso, se siente como haber retrocedido dos siglos. Como cuando las religiones eran motivo de guerras santas que desangraban las naciones y los recursos intelectuales y morales para solucionar los problemas eran enviados al sótano por un buen tiempo y las autocracias controlaban Latinoamérica en cada pensamiento, cada movimiento, cada músculo, cada respiración de sus habitantes y se empezó a luchar por el derecho a ser uno mismo sin que nadie del otro lado del charco venga a decirnos qué debemos hacer con nuestras vidas. Como cuando las noticias volaban de boca a oreja a falta de medios masivos de comunicación viables y confiables. Imagínense, hasta el twitter existía, era de carne y plumas!

Pero quizás el retroceso es más doloroso cuando se piensa en la cantidad de personas que lucharon por nuestras libertades básicas, los muertos comprometidos con esa causa, los muros derribados en todas partes en el nombre de la libertad, los Gandhi postrados en humilde actitud hasta que el contrario comprenda, acepte, entienda, los Jesús sacrificados en los altares de la vergüenza para librarnos de todo lo que nos hace daño, luchando de la cuna a la tumba porque nadie nos arrebate el don divino del libre albedrío, el primer Don que Dios nos da una vez que llegamos al mundo. ¿Cuántos Bolívar, Sor Juana Inés de la Cruz, Krishnas, Siddhartas, Voltaires, a cuántas vidas valiosas de distancia estamos de evolucionar como sociedad? ¿Son las nalgas de Kim Kardashian, el vestido de Lady Gaga, los Oscars, y la lastimosa desnudez de Miley Cyrus todo lo que nos está "permitido" ver y opinar en estos días? ¿llenamos de gatitos y arcoiris nuestras vidas para evitar los temas espinosos? ¿Es enajenación colectiva o simple renuncia a elaborar un tema más trascendente, más vital? Tal vez nunca me gaste unos euros en la publicación Charlie Hebdo, que en general no me hace mucha gracia, tal vez sea una referencia de mal gusto y obviedad. Pero ¿matarlos? que los sentencie la crítica, que los desprecie el público, que los accionistas despedacen la integridad de la empresa, que se libre la guerra de demandas y contrademandas, ajá, tal vez. Hay mil maneras de pasar al olvido en esta era moderna. Pero matarlos es excesivo, inhumano, increíble, irracional y testicular, como son los fanáticos, mientras los seguidores de lo políticamente correcto se lavan las manos con jabón Pilatos.

No sé si me explico, pero al parecer ese tren en el que vamos montados todos, nos está metiendo de pecho en el siglo XIX.

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